A la merced de las olas vivimos, y no todos. Hay quien prefiere tener un barco grande y poderoso que pueda controlar, pero bueno, contádselo a los tripulantes del Titanic. Lo que pretendo decir es que de una forma u otra, no controlamos en absoluto nada de lo que sucede en nuestra vida. Se nos avalanzan problemas sin que podamos hacer nada para evadirlos. Es en esto donde radica lo maravilloso de la vida y de la juventud. Está bien tener un pequeño salvavidas,puesto que las probabilidades de ahogarse son las mismas que si tuviéramos un buque insumergible. Y es más divertido.
En ese camino creceremos como personas, lucharemos contra calamares gigantes, nos tragará una ballena, en su estómago conoceremos a nuestro mejor amigo, y cuando creamos que ese es el final, la ballena nos expulsará por el orificio de su lomo. Seguiremos nadando, dados de la mano con ese amigo. Es entonces cuando libremente, decidíis que ya habéis pasado suficientes aventuras juntos. Y así os cuento, amigos míos, que nadar es maravilloso, pero que llegará un momento en el que querré llegar a una orilla, darme una ducha y cocinar huevos fritos y bacon.
Si hubiera navegado en un barco, no tendría aventuras que contar, de modo que tuve la suerte de ir nadando, de encontrarme con él en una ballena gris. Ahora espero constantemente lo inesperado, pero sabiendo cómo van a acabar las cosas. Porque después de luchar, ver mundo y conocer a personas... Todos necesitamos volver a la Comarca y casarnos con Rosita.
Un besito en la nariz.
Blanca =)
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