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lunes, 19 de septiembre de 2011

Rave nula

Después de un verano maravilloso, vuelven las clases.
Empecé esta mañana el Conservatorio de Danza, pero la facultad no empieza hasta la semana que viene. ¿Qué significa eso? Pues que aburrida me encuentro, sin internet, con los jedi y Han Solo aún en Sanlúcar, y sin nada más que hacer por las tardes que una monografía para Filosofía de la Cultura. De ahí el título de esta entrada: Rave nula. Creo que por ahora lo llevo bien, porque he gastado el día en lo bueno de ser universitaria: Comprando material escolar. Jamás me cansaré de estrenar cuadernos, pero ¡qué rápido me canso cuando de ellos cuando los estreno!. Ahora me apetece comprar un lapicero, y una papelera de colores. Pero eso no se compra en una papelería, eso ya es asunto del chino de debajo de mi nueva casa (que por cierto, es un palacio).
Y ya está, ya he hecho todo lo bueno, así que más o menos he sobrevivido a mi primer día en Sevilla, pero presiento que a mitad de la semana me habré sentido bastante sola, y a finales de la misma ya me habré vuelto loca.

Si os preguntáis que qué pretendo con este egocéntrico boletín de noticias, es poneros al corriente de mi estado, y pediros un gran favor. Si alguna tarde estáis muy aburridos, llamadme. Me alegraréis el día, atrasaréis el momento en el que pierda la cordura, y me haréis muy feliz. Yo os contestaré muuuy entusiasmada, pero si hablo con menos sentido que al que os tengo acostumbrados, es que ya es demasiado tarde. Me habré hecho una amiga imaginaria y le estaré contando todos los cotilleos del mundo mágico.

Un besito en la nariz =)
Blanca.

Llamadme. Llamadme. Llamadmeeeeeee. ¡Ah! La razón por la que puedo publicar esto aún sin tener internet es porque he ido a la facultad (en cuya sala de informática me encuentro en este momento) a sacar un libro de la biblioteca llamado 'El hombre y la Cultura', de Ruth Benedict. Así que ya veis la semana que me espera.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Alina Cojocaru y Johan Kobborg




No quisiera irme de este mundo sin verlos bailar en directo.
Un besito en la nariz.
Blanza =)

Por cierto, es una indirecta por si me queréis regalar un viaje a Londres y una entrada para cualquier Giselle que bailen estos dos en la Royal Opera House.

Alfredo no terminó de contar la verdadera historia

Érase una vez un soldado que se enamoró de una princesa. Al ver que no tenía posibilidades, intentó enamorarla de otra forma, que sería la siguiente: Esperaría bajo su ventana 100 días y 100 noches, hiciera frío o calor, hasta que la princesa se enamorase de él y bajara a concederle su mano. Así lo hizo. Pasaron los días y el soldado no se movía de debajo de la ventana. La lluvia caía sobre él, se le helaban las manos, tiritaba de frío, pero él seguía en su sitio, impasible. Llegó la noche 99 y él seguía allí, las lágrimas caían sobre sus ojos, estaba destrozado. Y después de tanto sufrimiento, en la noche 99, se levantó y se fue.

Aquí acaba el cuento que Alfredo le cuenta a Salvatore (Totó) en Cinema Paradiso, película que os recomiendo con mucho mucho entusiasmo. Por esta historia, por la magia y por la maravillosa banda sonora. No es una fábula muy esperanzadora para un Totó que buscaba consejo al no ser correspondido. Casi no se comprende, aunque bien visto tengamos claro que una mujer que hace a tal hombre sufrir de tal manera, no es digna de tal sufrimiento dedicado. Yo una vez presencié el verdadero final de la historia.

Tarde, pero la princesa se enamoró de él. Lástima que se diera cuenta cuando el soldado ya se estaba marchando. Debería haber corrido detrás de él, agarrarle de la manga, tirarlo hacia ella y darle el beso que merecía. Pero no lo hizo porque, cielos, ¡es una princesa! ¡y una princesa no debe hacer esas cosas!. El orgullo siempre está presente en las historias como ésta, pero llega el momento en el que es ese orgullo mismo y no la concupiscencia lo que las convierte en tiernas. Mientras ella se arrepiente en su alcoba, añorando la imagen del soldado bajo su ventana, él se dedica a disfrutar de su vida, que 99 días desperdiciados son muchos para la sonrisa tan bonita que tenía.

Un día se volvieron a encontrar. Ella era ahora la enamorada, y le prometió 100 días y 100 noches bajo su ventana. Empezó, de hecho, a cumplir su promesa, permaneciendo bajo el sol abrasador de pleno mes de julio. Pero él no fue tan cruel como lo fuera ella en su momento, de modo que a las dos semanas, el soldado bajó de sus aposentos y ¡obviamente! que sé que lo estáis esperando, la besó. Y ahí siguen, besuqueándose bajo la ventana.

Que sí que sí, que yo los he visto.
Un besito en la nariz, Blanca =)

jueves, 1 de septiembre de 2011

Qué coincidencia que llueva.

Una simple frase por el más natural de nuestros amigos puede encerrar los misterios más complicados del romanticismo. Hoy me remito a la frase que una vez le leí a Enrique, y os la escribo a continuación:
El cielo no llora tu pérdida, simplemente llueve. Pero qué bonita coincidencia.
Así me gusta, que llueva cuando quiero que llueva. Me pone feliz que el tiempo esté triste cuando estoy triste, como si el cosmos me comprendiera, como si escuchara lo que quiero decirle y no puedo porque no está aquí. El caso es que a lo tonto a lo tonto, como estoy triste y el cielo también, estoy feliz. Es uno de los secretos de mi existencia, otra contradicción propia que supongo que me hace rara y a la vez graciosa. Es una de las cosas de las que me siento orgullosa.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Un besito en la nariz =)
Blanca, feliz porque está triste.