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martes, 15 de marzo de 2011

Quisiera contar algo. Una pamplina, una tontería que quizás no os importe. Algo de mi día a día, de cómo mis actos me describen mejor que cualquier dato que encuentres en mi DNI.
Salí de mi clase de 'Filosofía de la cultura' y a una hora muy temprana de la tarde, apenas las 2'30, me fui al Conservatorio. Me encontré en el aula 7, esa tan cálida, tan pequeña. Tan como yo.
Realmente me encontré. Frente al gran espejo, con las barras al fondo, sentada en el suelo, con medias, maillot, calentadores rosas, las manos peinando mi pelo en roete. No sola, sino acompañada de mí misma.
Hice en el suelo muchas series de abdominales, de grand battements, de developpés, de cambrés. Luego, una vez de pie, con una mano sobre la barra y la otra sosteniendo mi pierna por encima de mi cabeza, me ví en el espejo.
Me ví. Era yo. De forma pura, sin aditivos.
No habría estado de más si en mi reflejo hubiese visto un poco más de empeine, una pierna soporte más en dehors... Pero me gustó lo que ví.
Era una chica acompañada de sí misma, que sabe lo que quiere, con la respiración agitada por el esfuerzo, sudando, viviendo.

Un beso en la nariz.
Blanca.

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