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Corre incesantemente. Solo así podrás permanecer en el mismo sitio.

miércoles, 27 de abril de 2011

Zenón paradójico de lo infinito.

Decía el sofista de Elea lo siguiente:
Sitúese a unos 8 metros de un árbol, arco y flecha en mano. Tense la cuerda del arco para apuntar al tronco con la flecha. Suelte la cuerda.
La flecha saldrá disparada hacia el tronco, pero antes tendrá que recorrer, obviamente, la mitad de la distancia que los separa (En este caso, 4 metros). Una vez alcanzada esa mitad, tendrá que alcanzar la mitad de esa mitad (2 metros). De nuevo, tendrá que recorrer la mitad de lo que le queda (1 metro). Luego, 50 centímetros, 25... Y como infinitas son las mitades del espacio, infinito será el camino. La flecha nunca llegará a su destino, el tronco permanecerá intacto porque lo protege una infinidad de mitades.

Supongo que también podemos aplicarnos esto. No podría llegar a tí por muchos cansinos pasos que de, y en cambio estás ahí, a 8 metros. Como esa escena de película en la que el pasillo se alarga, y se alarga, y no se alcanza el picaporte de la puerta del fondo por mucho que se corra.

En época de Zenón, se desconocía que una suma de infinitos términos puede tener un resultado finito. Supongo que las mitades que nos separan se acabarán cuando nosotros decidamos. O cuando decida el cosmos. En cualquier caso, no hay que dejar de caminar mientras esperamos.

Sin descanso, para que la flecha no sólo llegue a tocar el árbol, sino que lo atraviese y ocupe su mismo espacio, dentro de él.
Un colibrí, porque con sus alas dibujan el símbolo de infinito. Y porque es mi animal prefe.

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