Pues soñé que estaba en el cielo, que yo notaba que aquello no era mi casa, que se me partía el corazón de tanto llorar por volver a tierra, y que, al fin, los ángeles se enfadaron tanto que me echaron fuera. Fui a caer en medio de la maleza, en lo más alto de Cumbres Borrascosas, y me desperté llorando de alegría. [...] Tanto interés tengo en casarme con Edgar Linton como en ir al cielo. [...] Para mi sería una humillación casarme con Heathcliff, pero él nunca llegará a saber cuánto le quiero, y no porque sea guapo, sino porque hay más de mí en él que en mi misma. No sé de qué estarán hechas las almas, pero sea de lo que sea, la suya es igual a la mía, y en cambio la de Edgar es tan diferente como el relámpago lo es de luz de la luna.
[...]
Todos mis dolores en este mundo han consistido en los dolores que ha sufrido Heathcliff, y los he seguido paso a paso desde que empezaron. El pensar en él llena mi vida. Si el mundo desapareciera y él se salvara, yo seguiría viviendo. Pero si desapareciera él y lo demás continuara igual, yo no podría vivir. Mi amor a Edgar Linton es como las hojas de los árboles, y bien sé que cambiará con el tiempo, pero mi cariño a Heathcliff es como son las rocas de debajo de la tierra, que permanecen eternamente iguales sin cambiar jamás. Es un afecto del que no puedo prescindir. Nelly, ¡Yo soy Heathcliff! Lo tengo constantemente en mi pensamiento, aunque no siempre como una cosa agradable. Pero tampoco me agrado siempre a mí misma. No hables más de separarnos, porque es imposible.
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