Hoy te toca a tí, Enrique.
Una vez me dijiste: '' ¿Acaso no sabes que cada vez que hablo de una generalidad, a tí te tengo que excluir de ella?''. Y sabes que es una de las cosas más bonitas que me han dicho en mi vida.
De hecho, algunos de los momentos más preciados los he vivido a tu lado, y muchos incluso los has provocado tú. Ya sabes lo especial que eres, no hace falta mencionarlo más.
Siempre, incluso antes de conocerte, ya quería conocerte, porque eres fascinante en todos los sentidos.
Borde como nadie, cínico, cortante... Y aun así, necesario.
Dijiste que cuando se producen silencios entre dos personas, es que ya no tienen ningún interés por conocerse más. Si alguna vez se produjera un silencio entre nosotros, quiero que sepas que será debido a la intimidación que siento al estar al lado de una personalidad tan inmensa. Nunca me cansaré de conocerte.
Siempre tengo preguntas que hacerte, tú siempre tienes respuestas.
Eres la esperanza de las ciencias, ¿lo sabes?. ¡Tú te diste cuenta de que las bolitas verdes que caían del techo eran las lágrimas de la lagartija de Varekai! Nadie como tú para dar color a un mundo frío. Naranja, verde. Bien es sabido que eres experto en romper las líneas allá donde pisas. Tú rompiste muchas fronteras en mí, luego me das un fuerte abrazo y las recompones de otro modo, siempre más optimista. No tengo derecho a quejarme de nada en el mundo cuando tengo un amigo como tú.
Eres más importante para todos de lo que crees. Para mí.
Es tan precioso como tú. No tengo palabras (y no es porque no tenga interés en conocerte más). En serio, solo una sonrisa de oreja a oreja que me hace recordar cuánto te quiero. Y que no se borra. Nunca.
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