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sábado, 8 de enero de 2011

La esfera de marfil asesina y su aplicación en la Ley de Murphy

El día ha llegado, amigos. La fuerza omnisciente que todo lo ocupa ha decidido cobrarme los 20 céntimos mágicos que rechacé del niño milagroso. A este paso... No llego a fin de año. ¡Dos golpes ya! En fin, los sucesos acaecieron del siguiente modo:
Nos encontrábamos en nuestro McLaren's particular, jugando al billar, bebiendo (Una cocacola, no os alarméis. Sigo siendo una chica buena), riendo, y hablando de las curiosas cosas de la vida. Yo estaba sentada en un sofá junto a (agárrate) Gabri , inocente, tranquila, e ignorante del horror que iba a sufrir en unos segundos.
En la otra punta del bar, un grupo de señores adultos con fuerza bruta y primitiva, jugaban al billar. Un rato antes nos habían pedido la tiza azul que sirve para algo de los palos. Si llego a saber lo que provocaría más tarde, me trago la tiza como una pastilla y les saco la lengua. Total, que la canalización de todo el estrés de sus vidas, se reflejó en un golpe a la famosa bola blanca de marfil, que no recorrió el camino esperado. Se supone que la bola debería haber dado a sus compañeras de colorines, que gozan de la misma dureza y no sufren daños, pero no. No quería el Karma que yo estuviera a salvo, y de todos los sitios a los que la bola podía golpear, mi codo fue el elegido. Y no cualquier parte del codo, sino ese maldito punto del codo que hace que se te duerma el brazo de dolor.
El simpático murmullo del bar se calló cuando proferí un grito. Dos. No recuerdo si hubo un tercero. Solo recuerdo haber pensado: No, no, no, no se me puede haber roto el brazo. El ballet... Mucho dolor, abrir los ojos y encontrarme a los señores agresivos rodeándome.
- Qué casualidad, Qué casualidad, con todo lo grande que es el bar... Qué casualidad-. Repetía uno de ellos. Me caía mal ese hombre, qué casualidad. Y aquí queda adjuntada una nueva premisa para la Ley de Murphy, si me lo permiten.
Un besito en la nariz.
Blanca =)

Aunque claro, tal y como sugirió Galán más tarde, ser diana de todos los golpes forma parte de mi idiosincracia. Jamás me perdonaré haber rechazado aquellas monedas milagrosas...

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