La música empieza, el cuerpo de baile entra en escena. No es tu salida aún, pero tú estás entre bambalinas. Todo es más bonito desde ahí, puedes ver los perfiles enmarcados por las luces, escuchas mejor el sonido de las puntas. Me encanta ese sonido. Es una percusión suave, acompasada, recuerda al trote de un caballo por la orilla.
Estás inmersa en ese mundo cuando te das cuenta de que te toca a tí. Entras a escena y todo cambia. Sabes que todos los ojos te miran a tí, y tú no puedes mirar a ninguno, es como si se creara un universo en miniatura y en movimiento.
En ese universo todo es ambiguo y todo es mas claro. Es fácil porque no hay problemas más allá de esa dimensión surgida, no importa lo que haya pasado en el Backstage, en tu casa, en la calle... Cuando pisas el escenario nada de eso existe, sois solo tú y la música. Pero es también difícil, porque el universo que se crea con la escena depende enteramente de ese momento, y depende de tí. En ese mundo, todo es.
Las luces se meten dentro a través de los ojos, se mezcla el vestuario con el movimiento, los pasos con la historia que quieres contar. Y por un momento, todo tiene sentido. Sólo dura un minuto, luego, tienes que abandonar el escenario y en universo de color que has creado.
Entrenas muchas horas cada día, lloras mucho, y también sangras cuando fuerzas lo que no debería ser forzado. Y todo eso se culmina en un minuto en escena. ¿Pero sabéis qué? Que pese a todo eso, merece la pena. Ese diminuto instante en la larga historia del universo es vida en el más amplio de los sentidos, en todas sus dimensiones y en todo su ser. Esos segundos son más valiosos que muchos días juntos.
No sabría explicarlo. Quizá podría bailároslo, y tal vez lo entendiérais. Es complicado.
Un besito en la nariz.
Blanca =)
No hay comentarios:
Publicar un comentario